Pecados Capitales del Inversor Parte 2: La Irresistible Apuesta por MicroStrategy

MicroStrategy, ávida compradora de Bitcoin

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Consejos financieros

En esta segunda nota vamos a analizar como la avaricia, la envidia y la lujuria afectaron a los inversores de MicroStrategy y a muchos más.

Tercer pecado capital: la avaricia. MicroStrategy

La avaricia podríamos decir que es el defecto más común que puede tener un inversor, y seguramente muchas personas que nunca invirtieron piensan que todos son así. Pero ¿tendrán razón? En realidad, no necesariamente. El principal objetivo del inversor debe ser mantener su capital y obtener una ganancia razonable. Después, que haga con su dinero es otra cuestión: si donarlo, compartirlo, o disfrutarlo en uno mismo. Pero si uno resulta muy avaro en sus inversiones, puede resultarle contraproducente.

Como vimos, aunque los árboles no crecen hasta el cielo, la codicia impide ver cuando estamos haciendo algo mal, aunque estemos ganando dinero. Eso ocurre particularmente cuando una empresa o el mercado en general sube mucho de precio. Lógicamente, es lo que todos queremos, pero si hicimos un cálculo aproximado y bien hecho de qué valor podemos esperar, deberíamos vender si nos pagan más por algo que no lo vale. O puede ser que no tengamos esa acción, y veamos como sube sin parar, y queramos subirnos al “tren de la alegría”[1] también.

Seguramente en esto pensaron los inversores de MicroStrategy. Hasta el nombre se le parece… ¿a quién no le habría gustado quedarse con la próxima Microsoft? Para finales del siglo pasado, las cosas iban viento en popa para MicroStrategy. Para el año 1999 las acciones habían subido un 566, 7% y según su CEO, el futuro era todavía mejor.

Pero las cosas no salieron bien, ya que al poco tiempo se la acusó a MicroStrategy de fraude contable, y el CEO debió abonar una abultada multa para que se le retiraran los cargos. A todos esto, explotó la burbuja de las PuntoCom, y la caída de la empresa fue aparatosa: en marzo del año 2000 llegó a costar 3130 dólares. Pero para finales del año 2002, llegó a valer 15, 1 dólares. ¡Una caída del 99, 5%!

A todo esto, puede ser que pensemos… todas las empresas cayeron en la crisis de las PuntoCom…. Tarde o temprano, los precios se deberían recuperar. Bueno, quien pensó así… ¡todavía tiene que seguir esperando! Como se puede ver en el gráfico, si espero todo ese tiempo, y tuvo la suerte de vender en la subida que tuvo a principios de 2021, solamente recuperaría un 30% de lo que supo valer unos 21 años atrás. A quienes fueron codiciosos comprando en plena subida y sin analizar la empresa en profundidad, el mercado les dio una dura lección.

Lo curioso es que, cuando se redactó el libro El Inversor de Bolsillo Tres, MicroStrategy nuevamente fue noticia en los medios económicos ya que comunicaron su deseo de emitir nueva deuda por un valor de 400 millones de dólares para comprar más Bitcoin[2]. Esta colocación supera todo el flujo de caja operativo de la compañía desde 2016. Y, además, la empresa informó que tomará un cargo de 284, 5 millones de dólares durante su informe de ganancias por las pérdidas ocasionadas por las fluctuaciones de la moneda digital. Este monto supera las ganancias obtenidas ¡desde el año 2011!

MicroStrategy, ávida compradora de Bitcoin
MicroStrategy, ávida compradora de Bitcoin

Cuarto pecado capital: la envidia. Stanley Druckenmiller

La envidia es un sentimiento muy negativo para cualquier inversor. Puede que luego de tomarnos nuestro tiempo analizando compañías encontremos dos que son muy similares. Hacen lo mismo, cotizan a los mismos múltiplos. Posiblemente nos decidamos por una. Pero claro… esa que elegimos ahora baja, y la otra sube. Para colmo, algún conocido compró la otra y está feliz como perro con dos colas. Y ahí es donde la envidia nos domina… pero lo peor puede venir después, ya que puede llevarnos a hacer algo tonto. Charlie Munger, el socio de Warren Buffett, lo definió muy acertadamente:

“La idea de que nos importe que alguien está ganando dinero más rápido que uno es el pecado más mortífero de todos. La envidia es en realidad un pecado estúpido porque es el único en el que de ninguna manera podés obtener algo de diversión. Solo produce un montón de sufrimiento y nada de diversión. ¿Por qué te subirías a ese tren?”[3].

Stanley Druckenmiller es uno de los inversores macro más exitosos de la historia. Participó en 1992 junto con George Soros (posiblemente el inversor macro más importante de la historia) en la venta en corto de la libra esterlina, que les produjo ganancias astronómicas. Para alguien con un registro de ganar un 30% durante 30 años, sin duda que no le haría gracia ver a otros ganar más que él.

El Inversor de Bolsillo

Algo de esto ocurrió para el año 1999. Él venía de años duros, particularmente el pasado con la crisis rusa y la de Long Term Capital Management que vimos anteriormente, pero había podido sobrellevarla con ganancias igualmente. Pero en el auge de las PuntoCom, parecía haber perdido el “toque”. Hizo una operación en corto[4] contra algunas de esas empresas, pero estas siguieron subiendo, lo cual le trajo pérdidas por 600 millones de dólares, y para mayo de 1999 el fondo estaba 18% abajo en el año.

Por el contrario, un joven inversor al que había contratado, haciendo trading con estas empresas tecnológicas obtuvo muy buenos resultados, y le permitió al fondo cerrar el año con ganancias. Druckenmiller volvió a probar suerte con su mundo, las inversiones macro, apostando por el Euro, pero nuevamente no le fue bien. Y en ese momento decidió traicionar sus instintos y meterse en la burbuja PuntoCom.

Compró VeriSign, primero a 50 dólares y luego a 240 dobló la apuesta. Cuando la burbuja empezó a explotar, esta compañía comenzó a bajar drásticamente, llegando a 135 dólares. En marzo del 2000 se llegó al pico de ganancias, pero en menos de un mes todo el índice Nasdaq había caído un 34%. El fondo de Druckenmiller cerró ese año con una pérdida del 21%.

Quinto pecado capital: la lujuria. Jordan Belfort

Se define a la lujuria como el apetito sexual desmedido, descontrolado. Pero también tiene una connotación no sexual, que es cuando se refiere al deseo apasionado de tener algo. Muchas personas ven la bolsa o las inversiones en general como un medio para poder satisfacer su lujuria.

Tal vez comiencen soñando con un celular o zapatillas más lindos, luego con un auto mejor, por qué no una casa más grande y cómoda… y después estos sueños se van yendo a gustos cada vez más refinados (e innecesarios muchas veces), como yates lujosos, casas de veraneo por acá y por allá… en fin, es interminable la lista de deseos que puede tener un ser humano. Lo que es cierto es que mientras uno tenga esa actitud de querer más, nunca va a ser feliz. Muy diferente es estar contento con lo que tiene y, si el día de mañana se puede comprar algo mejor, o no, también seguirá feliz.

Esto es lo que le ocurrió a Jordan Belfort. Tal vez no le suene tanto el nombre, pero sí la película “El Lobo de Wall Street”, que se basa en su vida real. Comenzó trabajando en la venta de carnes y mariscos, llegando a tener bastante éxito, pero con el tiempo le fue mal y se declaró en quiebra. Luego comenzó a trabajar en una firma como corredor de bolsa, pero fue despedido.

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Para la década de 1990 Jordan Belfort fundó Stratton Oakmont, una empresa dedicada al mercado extrabursátil (OTC). Al poco tiempo, se convirtió en la empresa más importante de los Estados Unidos en este rubro, siendo responsable de la salida a la bolsa de 35 compañías.

Las ganancias de esta empresa eran astronómicas ya que hacía esquemas Pump-And-Dump, que consisten en inflar el precio de empresas de baja capitalización mediante declaraciones falsas u otras “tramoyas” para luego venderlas más caras. Claro está, cuando la verdad salía a la luz ellos ya habían vendido sus acciones a un precio altísimo, estafando a los inversores.

En vez de enfocar el dinero en ganancias honestas, tanto Jordan Belfort como sus colaboradores se entregaron a la lujuria. Se hizo famoso por celebrar fiestas descomunales en la misma oficina, donde la droga y el sexo eran lo habitual. Eufórico por ganar 50 millones de dólares al año, se hizo conocido por comprar uno de los yates más exclusivos del mundo que originalmente iba a ser para Coco Chanel. Hasta la mafia misma comenzó a observarlo con detenimiento, sorprendida por su increíble estilo de vida.

Pero la lujuria terminó cobrándose una nueva víctima, y el FBI comenzó a investigarlo. En 1998 Jordan Belfort fue imputado por estafa y blanqueo de dinero. Terminó pasando casi 2 años en la cárcel y debiendo pagar una deuda de 100 millones de dólares, que hasta el día de hoy sigue pagando.

Como él mismo reconoció, demostró ser emocionalmente inmaduro al querer siempre lo mejor: la suite presidencial, el mejor auto, el vino más caro, la rubia más despampanante… quería ser el rico más deslumbrante. Otro ejemplo más de cómo los pecados capitales lo condenaron.


[1] Tren de la alegría es uno de los tantos nombres de esos trenes (buses en realidad) que llevan a niños a pasear por la ciudad, y que por lo general tienen personajes disfrazados que invitan a la gente a que se suba (obviamente pagando).

[2] Fuente: https://es. investing. com/news/cryptocurrency-news/las-acciones-de-microstrategy-se-desplomaron-tras-anunciar-un-nuevo-aumento-de-deuda-de-usd-400-millones-para-comprar-mas-bitcoin-2124895

[3] Fuente: https://spa.coin-group.com/emotional-intelligence-5-lessons-for-investors-from-charlie-munger-brk-7697

[4] La operación en corto es aquella que gana dinero cuando el precio de la acción baja. Consiste en alquilar una acción y venderla, lo que trae ganancias elevadas si el precio baja. Si el precio sube, las pérdidas pueden ser ilimitadas, ya que al cerrar la posición se debe recomprar la acción a un precio desconocido (y elevado).

Esta nota forma parte del capítulo 4 del libro «El Inversor de Bolsillo Tres: Invirtiendo para toda la vida». Podés adquirirlo en nuestra tienda.

Podés ver la primera parte y la tercera debajo:

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